Casas fuertes rurales

 Armerías del solar de Lazcano © Gobierno de Navarra.
Ventanas del Palacio Lili (Zestoa)
Puerta de entrada de la Torre de Jauregui (Zerain)

Las Torres rurales y urbanas protagonizaron todo un periodo de la historia de Gipuzkoa, entre los siglos XIV y XVI. Ligadas a la actividad militar o civil, residencia y símbolo de poder de las familias propietarias, representaban la materialización de las estructuras sociales y la articulación del territorio en aquella época.

La torre del mundo rural es la representación del solar, la seña de identidad del linaje, y no puede comprarse o venderse, sino que pasa por derecho consuetudinario a un solo heredero. Allí se desarrolla la vida económica y social del linaje: en ella se organiza la actividad agropecuaria, manufacturera y de control de paso, y para ello se rodea de construcciones auxiliares, como ferrerías, molinos, puentes, etc.; en ella se asientan las mesnadas y hombres de guerra; en ella ejercen su poder e influencia los señores.
 
Como consonancia de estas actividades, las torres o casas fuertes presentan una arquitectura de carácter ofensivo-defensivo, puesto que están inmersas en la lucha de bandos de sus propietarios. De hecho, la quema de la torre es la expresión más clara de dominio del rival. Debemos pensar, por lo tanto, en una construcción de piedra en su planta baja, pero también con partes de madera, atendiendo a los incendios que se desatan en ellas durante los enfrentamientos banderizos.

El fin de la guerra de bandos y del enfrentamiento con las villas marca la evolución de estas torres. Derruidas muchas de ellas total o parcialmente (orden de desmoche de Enrique IV) a partir de 1456 a instancias de la Hermandad de Villas y Lugares de la Tierra de Gipuzkoa con el apoyo del rey castellano, sufren una reconversión: privadas ya de su carácter militar, algunas de las posteriores construcciones, integren o no los restos de las anteriores, desarrollan estilos artísticos de su tiempo, dando lugar a verdaderos palacetes. Otras, en cambio, se convierten en caseríos, explotaciones meramente agropecuarias.

En el mundo urbano, las torres también juegan un papel preeminente por su situación estratégica, intra o extramuros. Son, para las familias que las poseen, fuente de prestigio y centro del control económico, social y político que ejercen sobre las villas. Las torres urbanas son preciados bienes inmuebles, pero, a diferencia de las rurales, pueden ser objeto de especulación y reiteradas compra-ventas. Su valor simbólico, más que la representación de un linaje, radica en el éxito económico y social de quienes las habitan, por lo que están sujetas a una rápida evolución y se adaptan fácilmente a nuevos criterios de funcionalidad, comodidad y estética. Así, en las villas es habitual sustituir o modernizar los trazados de las torres medievales. 

Más información en: "Casas Torre y Linajes de Gipuzkoa" (Colección Bertan) y  www.igartza.net   

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